Carta 3. Cansancio e inspiración

12 de febrero de 2025

Maestro,

Estoy cansado, pero lleno de energía. No es un agotamiento vacío, sino ese estado extraño en el que el cuerpo dice basta, pero la mente se niega a obedecer. Podría acostarme ahora mismo, pero algo dentro de mí quiere seguir, hacer más, crear más. Es absurdo y maravilloso a la vez.

Es como si la creatividad tuviera dos ciclos: una por la mañana, clara y ordenada, que se va desgastando con el día, y otra que llega cuando ya debería estar apagado. Un fogonazo que dura poco, pero es brutal. Ahí, en el borde del cansancio, las ideas aparecen sin filtros, como si la mente, al perder fuerza, soltara el control y me dejara ver lo esencial.

¿Qué hago, Maestro? ¿Sigo o descanso? ¿Hago caso a mi cuerpo o a esa llamarada que me empuja a quedarme un rato más? Quiero y no quiero a la vez. Sé que el descanso me cuidará, pero también temo que si me voy ahora, algo importante se me escape.

Quizás la clave no sea elegir, sino aprender a sostener ese equilibrio, saber cuándo dejarme llevar y cuándo parar antes de que el cansancio se vuelva enemigo. Quizás la respuesta no sea absoluta, sino distinta cada noche.

Dime, Maestro, ¿cómo lo haces tú cuando la fatiga y la inspiración llegan al mismo tiempo?

Con gratitud,
Tu alumno de siempre


14 de febrero de 2025

Querido alumno,

Qué alegría leerte.

Es curioso, ¿verdad? Ese instante en el que el cuerpo se rinde pero la mente insiste en seguir, como si en el límite del cansancio se abriera una puerta secreta. Lo he sentido muchas veces. He seguido. He parado. He probado ambas cosas y he aprendido que no hay elección definitiva, solo la experiencia de vivirlo.

No te diré qué hacer. No porque no quiera, sino porque no puedo. Esta pregunta no se responde con palabras, se responde viviéndola. Así que escúchate, decide, equivócate si hace falta. Y mañana, cuando despiertes, sabrás si la elección de hoy tenía sentido.

Hoy ha sido un día largo. He salido temprano a comprar pan, el de siempre, el que tiene la corteza justa y cruje como debe. No sé por qué, pero hay algo reconfortante en ese gesto, en la rutina sencilla de elegir una barra, en el olor cálido que se queda pegado a los dedos. Luego he vuelto a casa y me he sentado un rato a no hacer nada, a ver cómo la luz de la tarde se colaba por la ventana. A veces, eso también es crear.

Y te agradezco, porque en medio de esta vida llena de días que se alargan y decisiones que parecen imposibles, siempre hay un momento como este: en el que nos leemos, en el que compartimos estas dudas que en realidad son las mismas. Me recuerdas cosas que a veces olvido. Y eso, querido alumno, es un regalo.

Nos leemos pronto,
Tu maestro.

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