19 de enero de 2025
Querido maestro,
Hoy inicio este nuevo capítulo en nuestra correspondencia, dejando atrás la tinta y el papel para abrazar lo electrónico. Después de tantos años compartiendo pensamientos y aprendizajes con pluma y cartas, este cambio me intriga. Quizá nuestras conversaciones puedan ahora llegar más lejos, y con ellas, la sabiduría que tanto me has ayudado a encontrar.
En esta primera carta electrónica, quiero hablarte de objetivos. He dedicado gran parte de mi vida a ellos, moldeándolos, persiguiéndolos, aprendiendo de su encanto y de su peso. Me atrevería a decir que soy un experto en diseñar metas, aunque rara vez he alcanzado todas las que me propongo. A menudo me he quedado cerca, he modificado unas, he abandonado otras. Pero este año ha sido diferente, especial. Este año, maestro, he cumplido muchos.
Algunos de esos objetivos llevaban años en mi horizonte, como estrellas fijas que nunca terminaba de alcanzar. Corrí un maratón, un reto que parecía imposible. Me compré un coche deportivo, un viejo sueño que me hacía sonreír como un niño. Instalé una estufa de leña en casa, símbolo de calor y refugio. Alcancé un récord en facturación, aquella cifra que una vez me pareció una fantasía lejana. Este año he tocado con las manos lo que tanto tiempo había visualizado, y eso me ha enseñado algo poderoso: si lo quiero de verdad, puedo conseguirlo.
Y quizá ahí radica mi desconcierto actual. Esa certeza, lejos de empujarme hacia nuevas metas, me ha dejado en pausa. Ahora me pregunto, ¿qué sigue? ¿Hacia dónde dirijo mi energía?
Tengo grabado en la mente algo que me repetiste muchas veces: si no soy feliz ahora, tampoco lo seré al alcanzar mis objetivos. He aprendido que no puedo poner mis metas en manos de lo que hagan otros o en eventos que escapan de mi control. Aun así, me siento perdido. Este año tengo pequeñas metas claras, pero no consigo encontrar un faro que ilumine el camino principal. Llevo semanas reflexionando, pero aún no aparece esa gran idea que me inspire y me dé sentido.
Te escribo estas palabras buscando en nuestra conversación un rayo de claridad. Sé que la respuesta está dentro de mí, pero a veces es más fácil verla a través de tus ojos.
Con gratitud,
Tu alumno de siempre
24 de enero de 2025
Querido alumno,
Qué curioso es verte escribir así, con este nuevo formato. Siento la familiaridad de tu voz, aunque ahora llegue a través de una pantalla. Celebro este cambio, porque tal vez nuestras conversaciones, esas que siempre fueron un refugio íntimo, puedan ahora resonar en otros corazones. Si sientes que compartir esto puede inspirar, tienes mi permiso para publicarlo cuando terminemos.
Leo tus palabras y no puedo evitar sonreír. Hablas de objetivos como un viajero que ha cruzado mares y montañas, y ahora se encuentra frente a un paisaje que no sabe cómo atravesar. Has cumplido metas que parecían inalcanzables, y esa sensación de poder, lejos de embriagarte, te ha detenido. Es curioso, ¿verdad? A veces, lo que más tememos no es fracasar, sino darnos cuenta de que el horizonte siempre se mueve con nosotros.
Quizá, más que buscar un nuevo faro, podrías detenerte un momento a observar la quietud del mar. Preguntarte no tanto qué quiero conseguir sino qué quiero vivir. Los objetivos pueden ser luces en la distancia, pero también pueden ser ventanas hacia dentro.
¿Y si no necesitas un gran propósito ahora mismo? ¿Y si este es el año de aprender a caminar sin mapa? A veces, las pequeñas metas, esas que no brillan tanto, nos enseñan a escuchar lo que antes no oíamos: el crujir de la madera en la estufa, el rugir del motor de tu coche en una carretera vacía, el latido de tu corazón después de correr.
También me hablas de felicidad, y de cómo no depende de llegar a ninguna parte. Tienes razón, pero permíteme añadir algo: la felicidad no es una estación a la que se llega, sino una melodía que aprendemos a tocar mientras viajamos. Y tú, que entiendes tan bien la música, sabes que no todas las notas son alegres, pero cada una tiene su lugar.
Si no encuentras un faro, crea un fuego pequeño que te dé calor, uno que puedas alimentar con las cosas sencillas que ya tienes. Quizá este año sea más un ejercicio de agradecimiento que de conquista. Quizá sea el momento de ser testigo de lo que ya eres, sin pedirte más.
No tengas prisa. El sentido llega cuando dejamos de buscarlo con tanto afán. Si decides compartir nuestras palabras, que sea con la intención de darles alas, de permitir que lleguen a otros que quizá también estén buscando su faro.
Con calma y confianza,
Tu maestro