Carta 4. Tinta de gratitud

15 de febrero de 2025

Querido Maestro,

Hoy la gratitud se sienta conmigo a la mesa.

El sol acaricia mi cara con la paciencia de quien sabe que siempre vuelve. Estoy en la terraza de un hotel frente al Mediterráneo, desayunando sin prisa. Hace años, algo así habría sido un lujo reservado para una gran festividad, una excepción en el calendario. Hoy es simplemente un día más en el que el mar se mueve sin pedir permiso y la vida no me apura.

La música minimalista que suena de fondo me recuerda lo que quiero hacer. Es curioso cómo ciertos sonidos traen claridad, como despejando el aire de pensamientos ruidosos. Y aquí están mis manos, sosteniendo la pluma con la que escribí estas palabras antes de que las vieras en su versión digital. Porque hay cosas que necesitan el peso del papel para sentirse reales, para no desvanecerse entre pantallas y urgencias.

A mi lado, Lana me roza con su calor tranquilo, como si supiera que no hay mejor lugar que este: febrero con pocas nubes, el murmullo de las olas y la certeza de que, por mucho que el futuro nos llame, el presente es el único sitio donde todo sucede.

Es fácil agradecer en momentos como este. Lo difícil es hacerlo cuando el agua no es tan azul, cuando el café se enfría y la música se enreda en preocupaciones. Pero sé que ahí es donde el agradecimiento importa de verdad, cuando no se ofrece solo porque todo encaja, sino porque nos recuerda que siempre hay algo que vale la pena mirar con ternura.

Dime, Maestro, cuando cierras los ojos al final del día, ¿qué es lo primero que te llena el pecho de gratitud?

Con profundo afecto,
Tu alumno de siempre


16 de febrero de 2025

Querido alumno,

Yo a tu edad también me fijaba en esas cosas. Me emocionaban esos momentos de luz, esos instantes en los que la vida parecía alinearse y todo se sentía en su sitio. Pero con el tiempo aprendí que no es cuestión de esperar a que lleguen, sino de hacer que sucedan.

Ahora intento que cada día empiece con esa calma y esa gratitud. No depende del lugar ni de la ocasión, sino de una elección. Como todo, se aprende a dominar. Sentado en un parque, en casa, en la mesa de un café cualquiera… siempre hay un momento para conectar con los elementos, con la naturaleza, con la simple verdad de estar aquí. Y agradecer.

Sobre tu pregunta, la respuesta es sencilla y absoluta: lo que me llena el pecho de gratitud es estar vivo y hacer que cada día cuente. Que cuando llegue la noche y cierre los ojos, lo haga con la certeza de haber vivido. Sin dejar que el tiempo pase sin más, sin aplazar lo importante, sin olvidarme de sentir.

Por cierto, me ha hecho sonreír lo de escribir primero a pluma. Yo también lo sigo haciendo a veces. Tiene algo distinto, ¿verdad? Como si las palabras pesaran más, como si tomaran su sitio antes de desvanecerse en una pantalla. Quizá por eso esta carta también empezó así. Aunque ahora la leas aquí, en su primer aliento estuvo hecha de tinta.

Nos leemos pronto,
Tu maestro.

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